Me obsesionan a veces. Busco las que mejor suenan, las que me traen recuerdos, las que evocan un olor sin ser el olor mismo. Digo campana, y como Humbert Humbert al pronunciar el nombre de su Lolita amada, mantengo los labios pegados mientras pronuncio la m y los abro de manera un poco explosiva buscando la p y el sonido de la campana de la catedral; en este caso la palabra es la campana.
Otras veces, examino la palabra del derecho y del revés y resulta que no está a la altura de lo que describe. No me digáis que la j de mujer no suena un poco demasiado j, casi como si arañara. Qué diferencia con ese mulier que acaricia en la boca mientras se pronuncia.
A lo que iba, que me enrollo y no acabo de decir lo que traía en la cabeza. Pensaba antes de levantarme en mi propia situación: estoy parada. No tengo trabajo. ¿Estoy parada?
Pero qué va, nada más lejos de la realidad. La cabeza me bulle, el cuerpo corre, las tripas se enroscan sin descanso; leo, pienso, paseo, hablo, plancho, escribo, hago albóndigas y puré de verduras, quito las malas hierbas, visito librerías.
¿Quién fue el que decidió que alguien sin trabajo debía ser humillado diciendo que estaba en paro o parado?
Y a veces, si no tenemos cuidado, vamos dejando que las palabras nos definan, aceptamos el rol que llevan implícito.
Aunque hay algunas que me gustan mucho, me levanto en rebelión contra las palabras mentirosas.
Me declaro insumisa.
p.d. Por cierto, gracias a Inmaculada por llamar a las cosas por su nombre; me refiero a esa manía que tienen algunas mujeres de llamar a su ropa interior "braguitas" cuando está claro que el cuerpo de mujer que cubren no atiende al diminutivo. Ni falta que hace.
Sentirse viva, activa o como lo quieras llamar es la fuente de energía ante momentos pasajeros. Digamos que tampoco estas de vacaciones, porque no te lo dan todo hecho, pero si puedes emplear tu tiempo en lo que antes no podias ni pensar.
ResponderEliminarBonito blog. Un saludo.