jueves, 30 de septiembre de 2010

Yanoquieroserunasupermujer (I)

Ayer me rebelé. Al mirarme en el espejo y ver que, como casi cada mañana, tenía cara de cansada, me lavé para quitarme las legañas que me arañaban y no me puse ni una gota de máscara de pestañas que normalmente hace que se me levante un poco el ojo y la moral. Y así, con mi cara de cansada y todo empecé el día; mi primer día de mujer que no intenta gustar conquistar seducir provocar convencer.
Trabajé casi como cualquier otra jornada, pero sin sonreír cuando hablaba por teléfono y, a la hora de la salida, llamé al padre de mis hijos y que aún es mi marido para decirle que descogelara unas empanadillas que yo me iba a quedar zascandileando. "Igual llegas tú antes que yo, que ando muy liado" me dijo. Y yo, "ya verás como no".
Y no hice nada que no pueda contar públicamente aunque me niego a confesar en casa en qué ocupé mi tiempo precioso, porque esa es otra, estoy aprendiendo a no justificarme a no dar explicaciones a no nada.

Entre nosotros, estuve leyendo un libro bastante malo pero muy entretenido (que eso pasa a veces) que no hubiera pasado la censura crítica de mi Club de Lectura. Y me tomé el café con azúcar porque cuando me pongo sacarina todo sabe a sacarina.
Como veis, tonterías, pero me sentí libre. Y casi feliz.
Dejé por un día de ser una supermujer y no pasó nada, no se hundió el mundo: tengo trabajo acumulado para mañana o pasado mañana pero nadie va a resolverlo por mí, leí un libro de tirón como cuando tenía 15 años, mis hijos comieron empanadillas con el centro sin descongelar del todo. Y  por la noche, tirada en el sillón viendo una película, pude llorar tranquilamente sin que se me corriera el rímel.
Toda una experiencia.

martes, 21 de septiembre de 2010

Renovarse o morir

... y como no tengo ganas de morir ni deprisa ni despacito, me puse a pensar cómo renovarme.

He estado hoy en un curso intensivo sobre los social media y las labores del community manager. Y como dijo aquel, "sólo sé que no sé nada"; una red social te lleva a otra y una comunidad a la de más allá. Y yo voy de duda en duda buscando sobre la marcha, sin poder detener a la mente enrevesada, cómo poner en práctica todo lo que me cuentan (mejor diré, todo lo que comprendo, que no es lo mismo).
En definitiva, lo que me ha quedado claro es que la comunicación a través de los social media debe hacerse con honestidad, con humildad, aceptando los errores; escuchando antes de empezar a hablar. O sea, como siempre.
Y mañana más. Ya os contaré.

martes, 14 de septiembre de 2010

Tu beso. Mi boca

Me has robado un beso.
De mi boca que era tuya
me has sisado una caricia.
Con la boca cerrada;
con los ojos abiertos,
mientras mis tripas perplejas te miraban
me has robado un beso
con el sabor delicioso
de lo prohibido.

Arrebatado, pecaminoso.
Fugaz.
Un beso con la fuerza de un abrazo,
de cien bueyes tirando del pasado
en un camino perdido.
Tirando de los recuerdos,
sudando con los reproches,
cegados por las dudas
las bestias tiran de nuestro pasado.
Y de ti.

No sé dónde cambiaba el paso,
cuándo he perdido el ritmo.
Estoy en el baile equivocado;
estás en el baile correcto sin mí.
Me quedo danzando al viento.
Giro, giro,
giro como gira la Tierra
que no sabe que gira.
Y cuando el mareo casi me hace caer,
me has robado un beso
de mi boca que era tuya;
con los sueños cerrados,
con los ojos abiertos.
Me ha sabido a ti,
a diecisiete años,
a un instante de reposo
en mitad de la batalla.

Me has robado un beso
y has acariciado el perfil multicolor
del arco iris de mi alma.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Retrato de mi abuela con un cigarrillo

Te he visto por la calle, pero no eras tú. He querido confundirme porque la he visto caminar despacio con un cigarrillo entre los dedos deformes. No te mató el tabaco, al contrario, te dio la forma de ensimismarte, de recogerte a la vista de todos. Detrás del humo escondías tus pensamientos grises que se confundían con las volutas enredadas que lanzabas hacia afuera, para que las absorbiera el mundo. Tus pensamientos siempre fueron solo tuyos, y aún así, tengo la impresión de que los disolvías en humo para poder echarlos al mundo. No debió de funcionarte la treta: encendías un cigarrillo y te quedabas callada, mirando tus recuerdos o tus sueños, dejándonos a todos fuera de ti.
A esta mujer, tampoco el tabaco va a matarla; ha tenido décadas de sobra para hacerlo y ha pasado de largo. Es más, parece que la haya mantenido viva porque sospecho que sin un cigarrillo no caminaría por el centro de la calle llena de jóvenes; se ha envalentonado y se hace sitio en un mundo que tiende a eludirla, en una calle que se vuelve peligrosa bajo sus pies vacilantes.

No todo fue tabaco. Te hizo falta otra arma para ser la que fuiste; un cigarrillo y sombra de ojos azul.

El azul llegó más tarde, creo, porque no te recuerdo al principio, al principio de mis recuerdos, con los ojos pintados. Guapa, sí, muy guapa y rotunda y altiva, con ese atractivo que solo tienen los que ya no esperan que nadie les mire; guapa por ti misma. Para ti misma. El tiempo de querer gustar se agotó y por eso gustabas tanto sin saberlo. El pelo fuerte, entreverado, iba eligiendo el camino de plata, pero aún se resistía a volverse luna del todo. Y los ojos sin pintar. Muy guapa.
No sé cuándo fue que los volviste azules, azules desvaídos. No sé si probaste antes con el verde, con el coral, con el marrón. Azul pierrot en tus ojos llorones; quizá sabías que los convertiría en tu recuerdo.

La mujer de la calle se te parece. En nada se te parece. Sois iguales en los dedos con nudillos como guindas sobre el pastel, en el cigarrillo y en los ojos pintados. Y en la piel arrugada. Y blanca, como si el sol no te hubiera visto; como si siempre hubierais caminado por la sombra.

Se me olvidaban los pendientes. Me regañabas si se me olvidaba ponérmelos. Un montón de pares de pendientes que un día han sido míos; joyas que sólo fueron joyas cuando tú los llevabas y que en mí vuelven a ser bisutería. Juguetes que imitan perlas, cristales que quieren parecer brillantes.
Guapa sin querer. Coqueta casi por obligación, por educación; te traicionaste cuando ya no quisiste ponerte más los dientes de mentira y aún así, sonreías con la boca cerrada y los ojos pintados de azul. Sonreías hasta que encendías el cigarrillo necesario para quedarte sola. Sola entre todos. Como siempre, sola.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Una tregua

Se acabaron el chocolate. El se chupó el dedo y dejó que se le pegaran los granitos de azúcar que quedaban en el plato de los churros; a los dos les gustaban muy dulces. Ella pidió un vaso de agua.

- Mejor que sean dos.

Se limpiaron los labios con unas servilletas de papel con los bordes rojos, hicieron con ellas una bola antes de dejarlas en el cenicero vacío.
Y siguieron discutiendo.