Se acabaron el chocolate. El se chupó el dedo y dejó que se le pegaran los granitos de azúcar que quedaban en el plato de los churros; a los dos les gustaban muy dulces. Ella pidió un vaso de agua.
- Mejor que sean dos.
Se limpiaron los labios con unas servilletas de papel con los bordes rojos, hicieron con ellas una bola antes de dejarlas en el cenicero vacío.
Y siguieron discutiendo.
Yo creo que la clave del relato está en los bordes rojos de las servilletas, si en vez de rojos fueran naranjas la cosa cambiaría mucho, mucho.
ResponderEliminarTodo sería diferente si algo cambiara.
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